sábado, 7 de marzo de 2015

Una mesa de roble (5): Te noto tensa, te advertí que estiraras bien


Mara dejó su cazadora de cuero negro en el guardarropa, respiró hondo mirando al suelo y entró en el gran salón. Llevaba un ligero vestido largo y rojo con falda plisada y que se ajustaba a su torso, dejando los hombros al aire gracias a una lazada que rodeaba su cuello. En el último minuto decidió recoger su melena castaña en dos trenzas laterales que se unían en su nuca, el resultado no era el esperado, pero los ligeros errores le daban un aire desenfadado. Frente a ella pasó un camarero que le dedicó una mirada provocadora y le ofreció una copa de champán, ella la bebió de un trago, cogió otra copa y se escapó sin dedicarle ni una sonrisa de cortesía.

Era viernes y la semana había pasado en un suspiro preparando la fiesta para celebrar el veinticinco aniversario de la editorial. Llevaba meses en la agenda y todo tenía que salir perfecto, tal y como advirtió la directora Alicia Laguarta en la última reunión para confirmar la presencia de todos los autores con los que trabajaban. Todo el equipo de la editorial estaba allí, así como otros peces gordos del sector. La lista de invitados también incluía miembros de la clase alta madrileña que difícilmente habían pasado más hojas que las de un menú, críticos que publicaban opiniones buscando su lucimiento personal, políticos imputados en tramas corruptas y hasta un youtuber que se encontraba grabando el buffet. Lo más granado de la sociedad actual para una fiesta que al día siguiente estaría en portada de todas las páginas de la crónica social. 

Mara acababa de hablar con una de sus ilustradoras de referencia cuando Pere entró por la puerta, tan atractivo como siempre con un elegante traje negro, camisa blanca y corbata gris. Sus atractivas facciones redondeadas y su pelo canoso eran los únicos complementos que necesitaba. Pero no eran lo únicos, de su mano venía un nuevo complemento que ahora cruzaba el umbral de la puerta, Isabel Batlle, su nueva jefa que dejaba el cajón de amante para salir a la luz y captar las miradas de todo el sector editorial español. No podía ser verdad, no podía haber elegido aquella noche. 

Su respiración se había cortado y la copa estaba a punto de resbalar de su mano cuando un repentino golpe de calor se situó en su espalda. 

—Te noto tensa, te advertí que estiraras bien. 

Allí estaba él. El hombre de la playa, la sombra que surgió del mar, y ahora se encontraba frente a ella. En esta ocasión lucía un traje azul marino con solapas negras, camisa blanca y sin corbata. Un perfecto tupé y su más amplia sonrisa completaban una arrebatadora imagen que hizo que Mara casi perdiera el equilibrio. No entendía nada, o más bien ya lo entendía todo. El desconocido no era otro que Marc Coll, el actor más deseado del país que próximamente protagonizaría la adaptación del último superventas de la editorial, el drama romántico colonial Un océano de deseos. Con luces de flash pasaron por su mente todas sus portadas con el torso desnudo, la serie con criaturas sobrenaturales donde sus abdominales ocupaban medio capítulo y las imágenes en revistas del corazón. 

—La terapia de silencio que me estás dedicando empieza a romperme el corazón —dijo él con voz profunda, llevándose la mano al pecho. 
—Per... Perdona, no te había reconocido. 
—¿Hoy o el domingo pasado? 
—Ambos.

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