viernes, 27 de febrero de 2015

Una mesa de roble (1): No era mala compañía para un tormentoso amanecer


Una gota corrió desde su frente hacia su mejilla. Se movía lenta, frenándose en sus pómulos, perdiéndose en la comisura de sus labios, dejándole ese inconfundible sabor salado en la boca. El ritmo de la música aceleró y sus piernas se aprovecharon del largo descenso ante ellas para dejarse llevar. Más rápido, sin sentir cansancio ni dolor, sin preocupaciones ni pensar. Sólo ella disfrutando de los tranquilos últimos minutos de oscuridad, corriendo a la intermitente luz anaranjada de las farolas. La brisa marina chocaba con su cara, enrojecida por el esfuerzo, y el olor del océano Atlántico empezaba a colarse en sus descompasadas respiraciones, bocanadas desesperadas de aire para poder seguir adelante. Ya podía oír el mar cuando cruzó sin pensar la carretera que la separaba del largo paseo junto a la playa.

La oscuridad todavía impedía ver claramente el mar, pero el sinuoso movimiento de las olas se percibía a través de brillos. Se acercaba una tormenta y el sonido del enfurecido océano se coló en el cambio de canción. Mara se quitó los auriculares y caminó por el paseo en busca de una fuente. A su lado pasó un matrimonio de ancianos con dos perros e intercambiaron es sonrisa de cortesía que comparten los amantes del amanecer. Ajustó la cremallera de su cortavientos negro y se puso la capucha para protegerse de las primeras gotas de lluvia antes de inclinarse a beber. Su respiración todavía era tan entrecortada que era difícil saciar a su cuerpo con la exigencia que éste solicitaba. Levantó la vista y frente a ella las islas Cíes amanecían iluminadas, ajenas a las nubes negras que se cernían sobre el continente. Más allá de ellas, la inmensidad del océano, kilómetros de vacío. Se sentó en el borde de la acera, con sus pies colgando sobre la arena de la playa. Qué diferente era todo a aquellas horas. Todo parecía más lejano, más ligero, incluso ella misma. Era más fácil estar en su propia piel. Volvió a ponerse los auriculares y el aleatorio de su reproductor le regaló Deep Blue de Arcade Fire. No era mala compañía para un tormentoso amanecer.

lunes, 23 de febrero de 2015

Una mesa de roble: Guía de lectura

Lista ordenada de publicaciones para seguir el desarrollo de la historia de Mara Castro y Marc Coll.

Ella es una editora herida por su pasado, él un joven actor arrogante. Cuando se ven reflejados en los ojos del otro descubren que lo que les une es mucho más que lo que les separa.

1. No era mala compañía para un tormentoso amanecer
2. Mentón ancho, nariz recta y pómulos marcados
3. Siento estropearte la estadística
4. Llevaban casi un año separados y todo había cambiado
5. Te advertí que estiraras bien
6. ¿Te arrepientes?
7. ¿A él sí te lo tirabas, bibliotecaria?